martes, 20 de julio de 2010

Viajes: Agosto en Andalucía

¡Qué difícil es hacer una selección de fotos para mostrar aquí! ¡Cuántos recuerdos! Esta entrada va dedicada a los dos amigos que nos acompañaron a lo largo de nuestra aventura por el sur de España, que recorrimos en furgoneta. Nos atrevimos a ir en agosto, cosa que yo creía que era una locura, pero descubrí que no hace más calor que en Zaragoza y, además, el bochorno siempre se lleva mejor de vacaciones. La primera foto que os enseñamos es de Toledo, ya que allí hicimos nuestra primera parada, una opción a tener en cuenta si tenéis días suficientes. Cuando nosotros fuimos, había demasiados edificios interesantes en obras, pero un tiempo más tarde pudimos ver la colección de "El Greco" en nuestra propia ciudad, así que el tema quedó bastante compensado.

La segunda parada, tras kilómetros y kilómetros de transcurrir olivares, fue en Córdoba, preciosa ciudad en la que aprendimos que los campings no tienen por qué tener césped (deberíamos tomar nota en nuestra comunidad de vecinos) para ser acogedores. Nos encantó la mezquita, el alcázar, las callejuelas blancas, los patios, la amabilidad de la gente, la comida, las teterías... pero lo que más nos sorprendió fue la inesperada Medina Azahara, antigua capital del Califato,a la que se accede entre campos donde crecen los toros y de donde salió la foto de arriba.


Sevilla es una gran ciudad, con toldos entre calle y calle que, aunque se repite en otras ciudades sureñas, le dan un aire pintoresco. Visitamos la catedral, el parque Maria Cristina, la plaza España (donde hicimos esta foto)... paseamos por las orillas del Guadalquivir, por el famoso barrio de Triana... y no vimos un solo sevillano. No os perdáis un bar de tapas buenísimas (sé que no se dice así, pero bonísimas suena peor) junto a la catedral donde hacen la cuenta escribiendo con tiza en la barra (viva la pringá).

Llegamos a las playas de Cádiz pasando por el circuito de Jerez y algunos de los característicos pueblos blancos. Nos sorprendió el pinar que no te deja ver los impresionantes acantilados que se alzan sobre aguas turquesa hasta que no te adentras en ellos (recomendable paseo). Nos emociona recordar los mojitos al atardecer con música cubana en directo y todo el mundo bailando en una playa que reflejaba la luz del ocaso como si en vez de agua el mar fuese de plata... Hay que vivirlo. Allí hicimos una excursión para ver los mamíferos marinos, con un grupo de estudiosos del tema que aprovecha el dinero de los turistas para financiar sus investigaciones sin dañar el medio ambiente. De hecho, nuestro guía uruguayo casi nos hace odiar a la raza humana mientras nos explicaba el daño que estamos haciendo no sólo a los delfines, sino al entorno marino y terrestre de esta zona gaditana. Un saludo al "animal" que hizo hundirse al único cachalote que se atrevió a adentrarse en la bahía tal y como lo llevan haciendo sus antepasados miles de años (mucho antes de que existiesen barcos como el tuyo o como el que en esos momentos derramaba aceite frente a Gibraltar) :( Larguísimas playas en las que no hay que pelear para colocar la toalla (única prenda de muchos de los bañistas), mar con olas, un poco frías, diferentes deportes acuáticoaéreos... Empieza a gustarme la playa... pero ojo, el viento hace que la arena te golpee de forma incluso dolorosa. La ciudad de Cádiz es bonita, pero si no tenéis tiempo suficiente, podéis prescindir de su visita.


Y de allí marchamos a Granada, posiblemente una de las ciudades más bellas que hemos visitado en España. El ambiente del Albaicin y, especialmente, la Alhambra, la convierten en un destino obligado. Me quedo sin palabras, así que os coloco una foto.

Pero nuestra aventura no terminó allí, sino que nos atrevimos a subir al pico más alto de la península para comprobar que sí puedes ver el mar desde la cumbre. A pesar de que el acceso al Mulhacen es fácil (subimos en un autobús con un guía que nos fue explicando dónde estábamos y cómo había llegado a ser así lo que veíamos, que te acerca hasta un albergue muy cómodo desde donde comenzar el ascenso), no hay que olvidar que se trata de alta montaña (qué diferente el paisaje y los pueblos a nuestro querido Pirineo). Un duro viento dificultó la ruta, pero al fin logramos hacer el pico los cuatro del grupo: ¿qué mejor forma de terminar las vacaciones?

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