viernes, 9 de diciembre de 2011

Viajes y rutas: octubre en Ordesa










Cuando a mediados de octubre visitamos el valle de Ordesa, uno de nuestros preferidos en otoño por su boscosidad, aún no había comenzado el buen tiempo y la escasez de agua resultaba desgarradora. Afortunadamente, ha llovido desde entonces y, aunque la nieve es perezosa y el frío no viene a despertarla, los paisajes han comenzado a cambiar. Tampoco los colores parecían tener la viveza de otros años; aunque a veces sólo hace falta saber mirar bien. El paseo que surge desde la conocida como pradera de Ordesa (sólo accesible en autobús desde Torla en verano, al tratarse de un paraje protegido), es tan cómodo que lo hace accesible a todo tipo de personas (las sillas de ruedas cuentan con un tramo acondicionado); lo que lo hace muy transitado: ojo, a veces es incluso complicado aparcar. En esta ocasión, no llegamos hasta la famosa Cola de Caballo, una preciosa cascada que se precipita por el circo que custodia el siempre abarrotado refugio de Gabarnie (nos han comentado que, tras la reforma que se está acometiendo, sólo habrá unas pocas camas más); sin embargo, como veis en las fotos, lo importante no es hasta donde caminar, sino disfrutar de este entorno único. Merece la pena acercarse y dejarse envolver. El recorrido, bien señalizado, lo podéis encontrar, por ejemplo, en el blog de excursiones que os indicamos abajo a la derecha. Ida y vuelta hasta la Cola de Caballo son unas 5h; también se puede hacer una ruta algo más dura, por aumentar el desnivel, que se conoce como Senda de los Cazadores. Ésta trepa la muralla de la margen izquierda del río, consiguiendo unas impresionantes vistas elevadas del valle. De la senda de las Flores nos tendréis que hablar vosotros con vuestros comentarios.

2 comentarios:

  1. Precioso sitio, no lo conozco, me vais a tener que hacer un sitio en la furgo, besos.

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  2. Estuve hace tres otoños, y estaba tan bonito que quitaba la respiración. Seis horas (o más, no puedo evitar parar a hacer fotos constantemente) conteniendo el aliento. De la senda de los cazadores, que recorrí hace años, sólo recuerdo la bajada final, que se me hizo interminable. Desde arriba se veían los coches aparcados chiquititos chiquititos, y nunca parecían acercarse. La senda de las flores no la conozco, a ver si alguien puede informarnos.

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